La capacidad de sentir orgasmos está separada por miles de millones de años del origen de la reproducción sexual, por lo que no puede ser su finalidad. El sexo ha complicado enormemente la historia de la vida. Sin él no habría meiosis, ni machos, ni feromonas, ni guerra entre los sexos, ni peleas por el acceso a las hembras, ni pavos reales con colas esplendorosas, ni seducción, ni flores, ni zonas erógenas, ni fantasías y sueños eróticos, ni pornografía pero tampoco romanticismo, etc.
El sexo, algo que se ha mantenido tanto tiempo y que tiene tanta importancia para miríadas de organismos, debe de servir para algo, pero aún no sabemos muy bien para qué.
Me he encontrado estos días con dos artículos antiguos que abordan el tema (pero son interesantes porque todavía no contamos con respuestas definitivas):
- ¿Y el amor qué tiene que ver?, de Richard E. Michod.
- Biología evolutiva de la reproducción en plantas (EGUIARTE FRUNS, LUIS E.; NUÑEZ FARFAN, JUAN; DOMINGUEZ, CESAR; CORDERO, CARLOS)
Un artículo más reciente es: ¿Por qué existe el sexo? , de Manuel Serra.
También es interesante leer este articulillo:
"Los científicos miden el alto coste del sexo HENRY GEE , Londres ( 22-03-00)
El sexo es un asunto costoso. Es algo más que flores, veladas extravagantes, facturas del colegio y divorcio; el sexo puede costar la vida y destruir especies enteras. De hecho, el sexo es tan costoso que algunos biólogos, desde la perspectiva de la evolución, se han preguntado cómo es que tantas especies pueden afrontar un lujo tan peligroso, o incluso cómo pudo evolucionar. Un equipo de investigadores británicos ofrece una explicación en la revista Nature .
Cuando los biólogos hablan de sexo, se refieren a la reproducción sexual y la comparan con la estrategia alternativa de la reproducción asexual, es decir, sencillamente hacer clones de uno mismo. Ante esto, la reproducción asexual parece una estrategia mejor para la propagación de una especie, ya que cada individuo puede clonarse a sí mismo tanto como quiera, mientras que en las especies sexuales sólo las hembras tienen crías. Los machos son insignificantes y las hembras tienen que hacer el doble de trabajo que los individuos de una especie asexual para mantener el número de miembros de la suya. En principio, las especies asexuales deberían barrer a las sexuales. Sin embargo, las especies sexuales están por todas partes, no se extinguen por la presión de los clones reproductivamente más eficaces de las asexuales. La explicación habitual es que la variación de las especies sexuales supera el coste de los machos. Los clones se parecen demasiado unos a otros, mientras que el sexo mezcla los genes de los progenitores y mantiene la variedad genética de las crías, de manera que las especies conservan la flexibilidad tan útil para la adaptación ante los cambios de circunstancias. Pero hay un problema: la variación es una inversión que madura, proporcionando ventajas, tras muchas generaciones, mientras que el coste de los machos es inmediato. Las especies asexuales ganarían mucho antes de que la variabilidad genética de las especies sexuales tenga oportunidad de demostrar sus ventajas. Patrick Doncaster y colegas, (Universidad de Southhampton, Reino Unido) han abordado el dilema observando cómo compiten especies sexuales y asexuales en un entorno con recursos limitados. Ellos han modelizado en ordenador una situación en que las especies sexuales y asexuales compiten por los mismos recursos. Las segundas crían más que las primeras y acaparan más recursos. La perspectiva convencional diría que las especies asexuales acabarían barriendo a las sexuales. Pero no sucede así. La ventaja reproductiva de las especies asexuales no es tan grande como los biólogos habían imaginado debido, primero, a la monotonía de los clones. Cada individuo clónico se parece mucho a otro, de manera que tienden a competir entre sí por los recursos mucho más intensamente que los miembros de las especies sexuales. Segundo, los clones tienden a tener preferencias mucho más específicas que los individuos de las especies sexuales. Inversamente, dado que los individuos de reproducción sexual son variados, ellos compiten menos intensamente entre sí y pueden explotar un rango mucho más amplio de recursos. Así, las especies asexuales no conducen inevitablemente a las sexuales a la extinción, sino que los dos grupos alcanzan un equilibrio en que la mayor capacidad de reproducción de las especies asexuales se contrarresta por su propia monotonía.
© Nature News Service. "
El sexo, algo que se ha mantenido tanto tiempo y que tiene tanta importancia para miríadas de organismos, debe de servir para algo, pero aún no sabemos muy bien para qué.
Me he encontrado estos días con dos artículos antiguos que abordan el tema (pero son interesantes porque todavía no contamos con respuestas definitivas):
- ¿Y el amor qué tiene que ver?, de Richard E. Michod.
- Biología evolutiva de la reproducción en plantas (EGUIARTE FRUNS, LUIS E.; NUÑEZ FARFAN, JUAN; DOMINGUEZ, CESAR; CORDERO, CARLOS)
Un artículo más reciente es: ¿Por qué existe el sexo? , de Manuel Serra.
También es interesante leer este articulillo:
"Los científicos miden el alto coste del sexo HENRY GEE , Londres ( 22-03-00)
El sexo es un asunto costoso. Es algo más que flores, veladas extravagantes, facturas del colegio y divorcio; el sexo puede costar la vida y destruir especies enteras. De hecho, el sexo es tan costoso que algunos biólogos, desde la perspectiva de la evolución, se han preguntado cómo es que tantas especies pueden afrontar un lujo tan peligroso, o incluso cómo pudo evolucionar. Un equipo de investigadores británicos ofrece una explicación en la revista Nature .
Cuando los biólogos hablan de sexo, se refieren a la reproducción sexual y la comparan con la estrategia alternativa de la reproducción asexual, es decir, sencillamente hacer clones de uno mismo. Ante esto, la reproducción asexual parece una estrategia mejor para la propagación de una especie, ya que cada individuo puede clonarse a sí mismo tanto como quiera, mientras que en las especies sexuales sólo las hembras tienen crías. Los machos son insignificantes y las hembras tienen que hacer el doble de trabajo que los individuos de una especie asexual para mantener el número de miembros de la suya. En principio, las especies asexuales deberían barrer a las sexuales. Sin embargo, las especies sexuales están por todas partes, no se extinguen por la presión de los clones reproductivamente más eficaces de las asexuales. La explicación habitual es que la variación de las especies sexuales supera el coste de los machos. Los clones se parecen demasiado unos a otros, mientras que el sexo mezcla los genes de los progenitores y mantiene la variedad genética de las crías, de manera que las especies conservan la flexibilidad tan útil para la adaptación ante los cambios de circunstancias. Pero hay un problema: la variación es una inversión que madura, proporcionando ventajas, tras muchas generaciones, mientras que el coste de los machos es inmediato. Las especies asexuales ganarían mucho antes de que la variabilidad genética de las especies sexuales tenga oportunidad de demostrar sus ventajas. Patrick Doncaster y colegas, (Universidad de Southhampton, Reino Unido) han abordado el dilema observando cómo compiten especies sexuales y asexuales en un entorno con recursos limitados. Ellos han modelizado en ordenador una situación en que las especies sexuales y asexuales compiten por los mismos recursos. Las segundas crían más que las primeras y acaparan más recursos. La perspectiva convencional diría que las especies asexuales acabarían barriendo a las sexuales. Pero no sucede así. La ventaja reproductiva de las especies asexuales no es tan grande como los biólogos habían imaginado debido, primero, a la monotonía de los clones. Cada individuo clónico se parece mucho a otro, de manera que tienden a competir entre sí por los recursos mucho más intensamente que los miembros de las especies sexuales. Segundo, los clones tienden a tener preferencias mucho más específicas que los individuos de las especies sexuales. Inversamente, dado que los individuos de reproducción sexual son variados, ellos compiten menos intensamente entre sí y pueden explotar un rango mucho más amplio de recursos. Así, las especies asexuales no conducen inevitablemente a las sexuales a la extinción, sino que los dos grupos alcanzan un equilibrio en que la mayor capacidad de reproducción de las especies asexuales se contrarresta por su propia monotonía.
© Nature News Service. "
En el excelente sitio de divulgación científica Neofronteras, se explican los últimos resultados obtenidos (enero 2.010), que sugieren que el sexo evolucionó principalmente para eliminar más eficazmente las mutaciones perjudiciales y para lograr más diversidad para sobrevivir al ataque de parásitos y depredadores.
Por último, en "Meiosis: la base del sexo", se ofrece un breve bosquejo del mecanismo más plausible de los propuestos para explicar cómo se originó la reproducción sexual.
Por último, en "Meiosis: la base del sexo", se ofrece un breve bosquejo del mecanismo más plausible de los propuestos para explicar cómo se originó la reproducción sexual.
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