sábado, 31 de octubre de 2009
Quimeras
“La primera noticia de la Quimera está en el libro VI de la Ilíada. Ahí está escrito que era de linaje divino y que por delante era un león, por el medio una cabra y por el fin una serpiente; echaba fuego por la boca y la mató el hermoso Belerofonte, hijo de Glauco, según lo habían presagiado los dioses.”
“...la palabra queda, para significar lo imposible. Idea falsa, vana imaginación, es la definición de quimera que ahora da el diccionario.”
El libro de los seres imaginarios, Jorge Luis Borges y Margarita Guerrero
Chimaeria incomparabilis
En biología, “quimera” es un organismo que presenta características de otros varios. Una de las conchas más valiosas en la actualidad es la llamada Chimaeria incomparabilis, que presenta características intermedias entre las de la familia de las óvulas y la familia de las cipreas o cauríes. Chimaera monstrosa es un extraño pez del grupo de tiburones y rayas, pero con muchos atributos exclusivos. También se llaman quimeras a los restos fósiles que presentan piezas pertenecientes a organismos distintos.
Más espectaculares son las verdaderas quimeras, que son organismos con características nuevas, mezclas de individuos e incluso de especies distintas, con el material genético de los diferentes componentes. Los anticuerpos monoclonales son producidos por una célula híbrida producto de la fusión de un clon de linfocitos B descendiente de una sola y única célula madre y una célula plasmática tumoral, normalmente de ratón. Así se consigue aunar la especificidad del anticuerpo (cada clon de linfocitos B produce un único anticuerpo) con la inmortalidad de las células tumorales. Los científicos han producido además entidades tan extrañas como los organismos “en mosaico”, formados por una mezcla de células de especies distintas. Se han creado embriones quiméricos de cabra y oveja, rata y ratón e incluso, recientemente, de conejo y humano (no se permitió que estos últimos se desarrollaran más allá de unos pocos días). En los últimos años, en el Reino Unido se ha permitido la creación de embriones quiméricos para la investigación en células madre. Para paliar la escasez y las dificultades de la donación de óvulos humanos, se crean embriones insertando en un óvulo de animal (vaca o coneja) despojado de su núcleo el de una célula humana. El animal sólo aporta un puñado de genes, en torno al 1% de los presentes en el individuo, los de las mitocondrias, que se encuentran en el seno del citoplasma del óvulo. Estos embriones deben destruirse, por ley, a los 14 días.
El quimerismo es un trastorno genético, que se cree que se origina cuando dos cigotos, tras la fecundación, se combinan formando uno solo, desarrollándose normalmente. El individuo resultante posee dos tipos de células diferentes, cada una con distinta constitución genética. En la mayoría de los casos reportados, células de órganos o zonas distintas del cuerpo tienen ADN distinto, como si fueran dos personas en una sola.
Corinna Ross, investigadora de la Universidad de Nebraska, descubrió que en los inicios del desarrollo fetal, los mellizos (tanto idénticos como no idénticos) de los titíes comparten suministro sanguíneo y placentas fusionadas, permitiendo un flujo abundante de células fetales entre los miembros de la camada. Saber cómo los monos titíes mantienen la tolerancia inmunitaria a tantas células foráneas a lo largo de la vida ayudaría a los investigadores que tratan de impedir el rechazo humano de los órganos trasplantados.
Según las últimas teorías, esta enfermedad es causada por dos óvulos que han sido fertilizados tras el acto sexual, los cuales, antes de tres semanas, se unen y crean un ser con doble material genético. Puede ocurrir que estos cigotos que se unen sean de diferente sexo, por lo que existe la posibilidad de que el individuo resultante sea un pseudohermafrodita, con células de su cuerpo con genotipo correspondiente a los dos sexos. Asimismo pueden existir casos donde el color de la piel no este definido y pueda tener manchas por el cuerpo.
¿Creéis que estos casos son malformaciones o aberraciones? Pues entonces vosotros mismos sois aberrantes y anormales. Todos poseemos en nuestros cuerpos células que no son nuestras. Además de los billones de células que descienden del óvulo fecundado del que procedemos, poseemos un pequeño conjunto de células procedentes de otros individuos genéticamente distintos. Nuestras madres nos pasan células suyas (microquimerismo materno), de diversos orígenes, a través de la placenta, que no tiene una pared completamente impenetrable. Esas células pueden prosperar en nuestro organismo indefinidamente y migrar a diferentes zonas. También células del feto pueden pasar a la madre y permanecer en ella (microquimerismo fetal). Conforme una madre vaya teniendo hijos, dejará cada vez más de “ser ella misma”, para convertirse en un mosaico de células procedentes de individuos distintos, aunque cercanos genéticamente (con el 50% de sus genes). De todas formas, esta aportación no es demasiado importante y la mujer mantiene, más o menos, su identidad.
Para perdurar muchos años en el otro organismo, entre las células que migran debe haber células madre. Estas células foráneas consiguen muchas veces escapar al ataque del sistema inmunitario del organismo, que debería etiquetarlas como extrañas y destruirlas. No se sabe aún muy bien cómo lo logran. Estas células pueden ser perjudiciales para el organismo que las alberga. La dermatomiositis juvenil es una enfermedad autoinmunitaria que afecta a la piel y los músculos y en la que parecen estar involucradas células de la madre. Un trabajo publicado en 2.004 por Ann M. Reed, de la clínica Mayo, demostró que las células inmunitarias maternas, aisladas a partir de la sangre de los pacientes, reaccionaban contra otras células de esos mismos pacientes. Reed y colaboradores sugieren que la enfermedad surge cuando las células inmunitarias maternas atacan los tejidos del hijo. El lupus neonatal se origina cuando células madre de la madre ingresan en el feto, se integran en el corazón y se transforman en células musculares. El sistema inmunitario del feto reacciona para destruir estas células extrañas y acaba dañando todo el músculo cardiaco. Por otro lado, como las células de nuestra madre son más viejas que las nuestras, es de suponer que sean más propensas a padecer cáncer.
Por otro lado, las células madre extrañas pueden ayudar a reparar lesiones en el organismo que las aloja. Hay pruebas de que las células maternas pueden ayudar a regenerar tejido del páncreas en hijos afectados de diabetes tipo I (enfermedad autoinmunitaria, que ataca sobre todo a niños y jóvenes, eliminando las células beta del páncreas, productoras de insulina).
Las células procedentes del feto pueden causar en la madre enfermedades autoinmunitarias. Éstas suelen ser más frecuentes en mujeres que en hombres, suelen atacar a mujeres de entre 40 y 60 años, después de que muchas de ellas hayan estado embarazadas. Además, los rechazos que aparecen tras los transplantes de órganos o tejidos producen endurecimiento de la piel, destrucción del revestimiento del intestino y daños en los pulmones. Estos síntomas son casi los mismos que los del escleroderma, un trastorno considerado autoinmune. Se ha descubierto que hay más células fetales en las mujeres enfermas de escleroderma que en las sanas, sobre todo en los tejidos más afectados, como la piel y los pulmones. Se ha vinculado también el microquimerismo fetal con otras enfermedades de la madre, como el cáncer de mama (efecto beneficioso) y de cuello de útero y la hipertensión asociada al embarazo. El microquimerismo fetal también podría estimular el sistema inmunitario de la madre, con efectos beneficiosos. Las células inmunitarias fetales también pueden atacar a agentes patógenos, ayudando al sistema inmunitario de la madre. Existen también pruebas de que la artritis reumatoide (inflamación crónica y frecuentemente dolorosa, de las articulaciones) mejora durante el embarazo. Los niveles superiores de microquimerismo fetal en la sangre de la madre guardaban correlación con una mayor atenuación de los síntomas de la artritis reumatoide durante el embarazo.
Nosotros también podemos tener algunas células procedentes de un hermano mellizo, a veces muerto en las primeras etapas de su desarrollo embrionario; también es posible que poseamos algunas células de nuestros hermanos mayores que se incorporaron a nuestra madre cuando estos eran fetos. Se ha comprobado que algunas células de la madre pasan con la leche al bebé lactante. También podrías poseer células directamente procedentes de tu abuela, tu bisabuela, tu tatarabuela... No se sabe si durante el acto sexual se intercambian células de un miembro de la pareja al otro. Por medio de las transfusiones de sangre también se pueden adquirir células somáticas del donante.
En el sistema circulatorio, el microquimerismo fetal o materno es mínimo, pero cálculos basados en el ADN total sugieren que una de cada 100.000 o de cada millón de nuestras células es foránea. Esta proporción puede llegar a ser de varios cientos de células extrañas por cada millón en determinados órganos. Es notable el hecho de que las células fetales y las maternas tiendan a migrar a diferentes órganos y tejidos de preferencia. No se sabe aún si las células de la madre o del feto pueden traspasar la barrera hematoencefálica y llegar al cerebro. Quizá, si es así, una madre pueda experimentar cambios en algunas funciones cerebrales o incluso en su personalidad tras tener embarazos (aunque esto es un poco fantasear demasiado, porque los cambios deberían ser muy pequeños, en el caso de que se produzcan).
martes, 27 de octubre de 2009
La reivindicación de Gaia
miércoles, 21 de octubre de 2009
¿Por qué existe el sexo?
El sexo, algo que se ha mantenido tanto tiempo y que tiene tanta importancia para miríadas de organismos, debe de servir para algo, pero aún no sabemos muy bien para qué.
Me he encontrado estos días con dos artículos antiguos que abordan el tema (pero son interesantes porque todavía no contamos con respuestas definitivas):
- ¿Y el amor qué tiene que ver?, de Richard E. Michod.
- Biología evolutiva de la reproducción en plantas (EGUIARTE FRUNS, LUIS E.; NUÑEZ FARFAN, JUAN; DOMINGUEZ, CESAR; CORDERO, CARLOS)
Un artículo más reciente es: ¿Por qué existe el sexo? , de Manuel Serra.
También es interesante leer este articulillo:
"Los científicos miden el alto coste del sexo HENRY GEE , Londres ( 22-03-00)
El sexo es un asunto costoso. Es algo más que flores, veladas extravagantes, facturas del colegio y divorcio; el sexo puede costar la vida y destruir especies enteras. De hecho, el sexo es tan costoso que algunos biólogos, desde la perspectiva de la evolución, se han preguntado cómo es que tantas especies pueden afrontar un lujo tan peligroso, o incluso cómo pudo evolucionar. Un equipo de investigadores británicos ofrece una explicación en la revista Nature .
Cuando los biólogos hablan de sexo, se refieren a la reproducción sexual y la comparan con la estrategia alternativa de la reproducción asexual, es decir, sencillamente hacer clones de uno mismo. Ante esto, la reproducción asexual parece una estrategia mejor para la propagación de una especie, ya que cada individuo puede clonarse a sí mismo tanto como quiera, mientras que en las especies sexuales sólo las hembras tienen crías. Los machos son insignificantes y las hembras tienen que hacer el doble de trabajo que los individuos de una especie asexual para mantener el número de miembros de la suya. En principio, las especies asexuales deberían barrer a las sexuales. Sin embargo, las especies sexuales están por todas partes, no se extinguen por la presión de los clones reproductivamente más eficaces de las asexuales. La explicación habitual es que la variación de las especies sexuales supera el coste de los machos. Los clones se parecen demasiado unos a otros, mientras que el sexo mezcla los genes de los progenitores y mantiene la variedad genética de las crías, de manera que las especies conservan la flexibilidad tan útil para la adaptación ante los cambios de circunstancias. Pero hay un problema: la variación es una inversión que madura, proporcionando ventajas, tras muchas generaciones, mientras que el coste de los machos es inmediato. Las especies asexuales ganarían mucho antes de que la variabilidad genética de las especies sexuales tenga oportunidad de demostrar sus ventajas. Patrick Doncaster y colegas, (Universidad de Southhampton, Reino Unido) han abordado el dilema observando cómo compiten especies sexuales y asexuales en un entorno con recursos limitados. Ellos han modelizado en ordenador una situación en que las especies sexuales y asexuales compiten por los mismos recursos. Las segundas crían más que las primeras y acaparan más recursos. La perspectiva convencional diría que las especies asexuales acabarían barriendo a las sexuales. Pero no sucede así. La ventaja reproductiva de las especies asexuales no es tan grande como los biólogos habían imaginado debido, primero, a la monotonía de los clones. Cada individuo clónico se parece mucho a otro, de manera que tienden a competir entre sí por los recursos mucho más intensamente que los miembros de las especies sexuales. Segundo, los clones tienden a tener preferencias mucho más específicas que los individuos de las especies sexuales. Inversamente, dado que los individuos de reproducción sexual son variados, ellos compiten menos intensamente entre sí y pueden explotar un rango mucho más amplio de recursos. Así, las especies asexuales no conducen inevitablemente a las sexuales a la extinción, sino que los dos grupos alcanzan un equilibrio en que la mayor capacidad de reproducción de las especies asexuales se contrarresta por su propia monotonía.
© Nature News Service. "
Por último, en "Meiosis: la base del sexo", se ofrece un breve bosquejo del mecanismo más plausible de los propuestos para explicar cómo se originó la reproducción sexual.
martes, 20 de octubre de 2009
Simbiosis y evolución
- Planeta simbiótico
- Captando genomas
- Microcosmos
- Una revolución en la evolución
- Doña Bacteria y sus dos maridos y La sonrisa del gato (artículos aparecidos en la revista "Ciencias", de la Universidad Autónoma de México)
En sus escritos, Margulis y Sagan ponen énfasis en el hecho de que nosotros mismos podemos vivir sólo gracias al hecho de que establecemos simbiosis con multitud de microorganismos. Su número y variedad son ingentes, como muestra esta nota de Katherine Harmon en el último número de "Investigación y Ciencia":
"La piel alberga muchas bacterias. Más de las que se venía admitiendo. Los investigadores del nuevo Proyecto Microbioma Humano, de los Institutos Nacionales de Salud, secuenciaron los genes de muestras de piel de voluntarios sanos y encontraron bacterias de 19 filos diferentes y de 205 géneros, con más de 112.000 secuencias genéticas. Los estudios anteriores de cultivos en la piel suponían que un solo tipo de bacteria, el Staphylococcus, era el residente principal. Se quiere establecer el nivel normal de presencia bacteriana para tratar así mejor las enfermedades de la piel, como el acné o los eccemas, que pueden implicar un desequilibrio en las poblaciones de bacterias."
Nota aparte: otro mecanismo de evolución rápida es la especiación por hibridación, como se explica en el artículo "Híbridos: de su padre y de su madre". También lo es la transferencia horizontal de genes, muy extendida en procariotas, de la cual se están encontrando cada vez más ejemplos en eucariotas.
lunes, 19 de octubre de 2009
Las chapuzas de la evolución
Órganos vestigiales
Podemos observar algunos de estos apaños en "Las chapuzas de la evolución", una versión modificada de un artículo que escribí para la revista Muy Interesante (junio de 2.007). Al final de ese artículo he incluido enlaces a otros donde hay más chapuzas. Y podéis encontrar más en "Chapuzas a tutiplén" y en el artículo de Juli Peretó "Huellas del pasado en el metabolismo". La capacidad de la naturaleza de producir arreglos provisionales es ilimitada.
sábado, 17 de octubre de 2009
Galápagos
¿Qué medio de transporte habían utilizado?"
miércoles, 14 de octubre de 2009
La biología de un nuevo mundo
Bestiario de Indias (libro de Gonzalo Fernández de Oviedo)
Bestiario
“Este bestiario fue escrito en 1522 para informar a Carlos V de los animales nuevos de sus dominios. En 1988 podemos leer este mismo libro como si lo hubiera escrito un poeta para saber qué cosas vuelan y andan en su imaginación. Lo que sólo era verdad en otros tiempos, en los nuestros también puede ser ficción”.
Fragmentos de las crónicas del Inca Garcilaso en los que habla del paisaje, las plantas, los animales y los minerales del imperio de los incas. El lenguaje es muy directo y descriptivo.
Historia natural, civil y geográfica de las naciones situadas en las riveras del río Orinoco (libro de José Gumilla)
historiaOrinoco
Una auténtica joya. Un libro de 1.741 de un misionero español que usa un lenguaje deliciosamente barroco y pintoresco para describir los animales. Como ejemplo, léase esta descripción de la anaconda: “El primer horrible serpentón, que se nos pone á la vista, por hallarse con gran freqüencia en aquellos Paises, es el buío, á quien llaman los Indios Jiraras aviofá, y otras Naciones y los Indios de Quito le llaman madre del agua, porque de ordinario vive en ella. Es disforme en el cuerpo, del tamaño de una viga de pino con corteza y todo: su longitud suele llegar á ocho varas: su grueso es correspondiente á la longitud, y su modo de andar es poco mas perceptible que el del puntero de los minutos de la muestra de un relox”... “el que sabe el alcance largo del pestilente vaho de su boca, pone en la fuga su mayor seguridad. Así que siente ruido, levanta la cabeza, y una ó dos varas de cuerpo, y al divisar la presa, sea leon, ternera, venado ú hombre, le dirige la puntería, y abriendo su terrible boca, le arroja un vaho tan ponzoñoso y eficáz, que le detiene, atonta, y vuelve inmóvil; le va atrayendo hasta dentro de su boca á paso lento, é indefectiblemente se le traga.”...“¡qué congoja! ¡qué sudores frios! ¡qué angustias fatales, no sufocarán el ánimo del pobre, que contra toda su voluntad se ve llevar á la tremenda boca de aquella bestia carnicera é insaciable monstruo!”.
Noticias americanas (libro de Antonio de Ulloa)
noticiasamericanas
Otra crónica de América, aunque ésta más escueta y moderada.
Historia natural y moral de las Indias (libro de José de Acosta)
historianaturalacosta
Uno de los primeros tratados sobre la naturaleza americana.
Descripción e historia del Paraguay y del Río de la Plata (libro de Félix de Azara)
descripción
Un importante libro de un gran naturalista, admirado por Darwin.
Descripción de la Patagonia y partes adyacentes (libro de Thomas Falkner)
Patagonia
Otro clásico de la exploración científica de América.
domingo, 11 de octubre de 2009
El viejo Asimov y la biología
jueves, 8 de octubre de 2009
El arte de la seducción en los pinzones cebra
Pinzón cebra o diamante mandarín
Hoy me he encontrado con esta sorprendente noticia en BBC Ciencia (la he resumido y adaptado un poco):
La doctora Holveck y su equipo estudiaron después la preferencia en machos de las crías hembras. La prueba fue llevada a cabo así porque las aves paseriformes cantan, y el canto es una señal reproductiva importante para las hembras.
Pero los gustos de las hembras son caprichosos. Nancy Burley, una anilladora que pretendía seguir los movimientos en el campo de los pinzones cebra, encontró que las anillas de colores vistosos en los machos eran un estímulo arrebatador para las hembras. Este fenómeno quizá se debe a que las anillas realzan las manchas naturales del pájaro. Los investigadores pudieron manipular así el atractivo de los machos. Encontraron que los menos atractivos se esforzaban más en los cuidados paternales, para compensar. Quizá lo más sorprendente de todo fue que los machos atractivos producían más hijos que hijas, lo que claramente les beneficiaba para propagar sus genes. Lo que es un completo misterio es cómo manipulan las aves la proporción de sexos de la descendencia.
miércoles, 7 de octubre de 2009
Algunos artículos esclarecedores
R. C. Lewontin escribió, a principios de los ochenta del siglo XX, otro artículo en colaboración con Stephen Jay Gould: "La adaptación biológica", en el que critican el enfoque excesivamente adaptacionista de la mayoría de los biólogos. Parece que todo rasgo de los organismos debe ser adaptativo, excluyendo por principio otras explicaciones, como la influencia del azar, de las leyes físicas y químicas que contribuyen a dar forma a los organismos, de su modelo de desarrollo o de su historia evolutiva. Evidentemente Lewontin y Gould tienen razón, aunque los resultados de las últimas tres décadas sugieren que la selección natural es una criba muy exigente y que la mayoría de los rasgos sí tienen un significado adaptativo.
Otra discusión con mucha cola en la historia de la biología evolutiva ha sido el nivel al que opera la selección natural: a nivel de los individuos, de los genes, de los grupos, de las especies, etc. El consenso que se va obteniendo es que es capaz de actuar a todos los niveles, aunque a veces se ha exagerado o se ha negado la importancia de alguno de ellos. Un artículo interesante y reciente es: "Evolución "por el bien del grupo"", de David Sloan Wilson y Edward O. Wilson.
martes, 6 de octubre de 2009
Mamíferos vs. dinosaurios: nuevas perspectivas
Hasta hace poco se pensaba que en el Mesozoico habían coexistido un modo “dinosauriano” de estar en el mundo y un modo “mamiferiano”. Los dinosaurios eran animales dominantes en casi todos los hábitats y los mamíferos ocupaban situaciones marginales. Los dinosaurios eran grandes, fuertes y poderosos, o bien medianos y ágiles. Eran en su inmensa mayoría animales diurnos y visuales, la mayoría no cuidaban demasiado de sus crías y tenían unos índices de cefalización (cociente entre el volumen del encéfalo y el de su cuerpo) pequeños. Los mamíferos eran animales pequeños, casi todos con aspecto de rata o de musaraña, silenciosos y furtivos, que ocupaban ámbitos que los dinosaurios no apreciaban especialmente: los árboles, las galerías subterráneas y la noche. Por consiguiente, su mundo perceptivo era sobre todo olfatorio y visual. Estos sentidos ofrecen pistas más que evidencias, por lo que hubieron de desarrollar su cerebro para interpretarlas.
Éste es el esquema tradicional de la historia de los mamíferos entre los dinosaurios y es correcto en líneas generales –los dinosaurios fueron los superdepredadores y los megaherbívoros durante la mayor parte del Mesozoico, hace entre 200 y 65 millones de años–, pero los últimos hallazgos fósiles y moleculares han añadido muchas matizaciones. No todos los mamíferos fueron tan pequeños como se había pensado, tuvieron mucha más variedad de formas, ocuparon más nichos ecológicos de lo que se había supuesto, se diversificaron espectacularmente varias decenas de millones de años antes de la extinción de los dinosaurios y curiosamente, no tuvieron su máxima radiación adaptativa justo después de ésta.
Repenomamus robustus es el estandarte de esta nueva visión. El esqueleto de este mamífero de hace 130 millones de años fue encontrado en China con el esqueleto de una cría de dinosaurio del género Psittacosaurus en su interior. Es el primer caso que se conoce de un mamífero que depredaba dinosaurios. Era un animal rechoncho, de patas cortas y robustas, plantígrado como un oso. Su dentadura estaba claramente adaptada al carnivorismo. Su primo Repenomamus giganticus era aún mayor: debió pesar unos 14 kilos, más o menos como un tejón, y presumiblemente comía dinosaurios aún mayores. Es el mayor de los mamíferos mesozoicos que conocemos, pues el anterior récord lo ostentaba un animal del tamaño de un gato.
Otra gran sorpresa para los paleontólogos fue el hallazgo de las impresiones de amplias membranas de piel entre las cuatro extremidades de Volaticotherium antiquus, un pequeño mamífero que vivió hace 125 millones de años en la actual Mongolia. Estas membranas le permitían planear de un árbol a otro. Su larga y peluda cola hacía las veces de timón. Sus extremidades eran más largas que las de otros mamíferos arborícolas, algo habitual en los planeadores. Aunque no se cree que pudieran atrapar insectos en el aire, por la forma de sus dientes se sabe que se alimentaban de ellos. V. antiquus no es el antepasado directo de otros mamíferos planeadores, como falangeros, dermópteros y ardillas voladoras. Presenta características tan peculiares que ha inaugurado un nuevo orden de mamíferos, muy diferente a otros del Mesozoico, lo que nos descubre que ya entonces había una gran diversidad de ellos.
Hay evidencias de que el medio acuático fue pronto colonizado con eficacia por la dinastía de los mamíferos. Castorocauda lutrasimilis era una criatura estrechamente emparentada con los mamíferos que vivió hace 164 millones de años. Adquirió hábitos nadadores, comía peces y estaba ya muy bien adaptada al agua, pues tenía una cola aplanada como un castor y el aspecto de una nutria. Además poseía un denso pelaje que le permitía conservar el calor en el agua (de hecho, es el animal más antiguo en que se han encontrado evidencias de pelo).
Un nuevo nicho ecológico que fue rápidamente ocupado por los mamíferos fue el de devorador de insectos sociales: las termitas habían hecho su aparición hacía poco. Fruitafossor windscheffeli era un mamífero que ya hace 150 millones de años estaba especializado en comerlas. Su tamaño era similar al de una ardilla pequeña, pero se parecía más bien a un armadillo, aunque no es su antepasado. Los dientes de Fruitafossor se parecen mucho a los de mamíferos actuales especializados en comer insectos sociales, como armadillos y cerdos hormigueros. Son largos y afilados como clavijas y no tienen esmalte. El animal ha sido apodado Popeye, por sus anchas patas delanteras, que indican que fue un buen excavador.
Vincelestes, de la Patagonia de hace 125 millones de años, proporciona una de las evidencias más antiguas de una estructura social compleja en los mamíferos, puesto que en no más de dos metros cuadrados se hallaron los restos de nueve ejemplares, tanto machos como hembras, de distintas edades. El hecho de que los machos sean distintos de las hembras sugiere que competían por ellas y no participaban activamente en la crianza de las camadas. También de hace 125 millones de años es el Yanoconodon allini, de China, que muestra un oído ya muy avanzado (una de las características que permitieron a los mamíferos colonizar la noche). Presentaba un cuerpo muy extraño, con un torso alargado y extremidades cortas y rechonchas. Debió de ser escurridizo, activo y ágil, como las actuales comadrejas, y se movería rápidamente entre los dinosaurios.
Recientemente se ha presentado en la revista Nature el hallazgo de dos especies fósiles de mamíferos dotados de pequeños canales en los colmillos. Su estructura permite afirmar con seguridad a los autores del estudio que se trataba de sistemas de canalización del veneno al estilo de las serpientes. Ambas especies vivieron hace 60 millones de años en lo que hoy es Canadá. No están especialmente emparentadas con los mamíferos venenosos actuales, pero tampoco entre sí. Este hecho, junto con la observación de que los mamíferos que presentan veneno hoy día pertenecen a grupos antiguos (el ornitorrinco a los monotremas; los solenodontes y algunas musarañas al orden Insectivora), nos permite suponer que en la era de los dinosaurios muchos mamíferos usarían el veneno como medio de defensa y para paralizar a sus presas.
Los mamíferos proceden de una rama muy antigua de reptiles, cuyos diferentes grupos dominaron en muchos ecosistemas en el periodo Pérmico y principios del Triásico. Un grupo en especial, el de los terápsidos, fue adquiriendo cada vez más características mamiferoides y compitió durante decenas de millones de años con los pujantes dinosaurios, que habían surgido hace unos 230 millones de años. Estos recibieron un empujón definitivo a raíz de un evento de extinción a fines del Triásico. Los terápsidos casi se extinguen, pero algunas formas pervivieron en zonas boscosas y en sus guaridas subterráneas. Los pequeños primeros mamíferos del Jurásico y sus grupos afines ya tenían pelo, sangre caliente y un cerebro relativamente bastante desarrollado. Un grupo que divergió en esta era es el de los monotremas, cuyos representantes actuales, ornitorrincos y equidnas, retienen características reptilianas, como poner huevos. Otra subclase primitiva es la de los aloterios, que incluye a Repenomamus y Volaticotherium, así como a los multituberculados, muy abundantes, que asumían el papel de los roedores (se extinguieron cuando aparecieron los primeros roedores modernos). La subclase Theria incluye a los marsupiales y a nuestro linaje, el de los placentarios. Eomaia (“madre del alba”) ya intercabiaba sustancias con sus crías en el útero a través de una placenta, lo que permitía que nacieran ya bastante desarrolladas. Vivió hace entre 125 y 128 millones de años, tenía aspecto de ratón, comía insectos y trepaba por las ramas bajas de los árboles.
La extinción de los dinosaurios no fue la causa inmediata de la diversificación y supremacía de los mamíferos, aunque ayudó a ello. Un gran estudio internacional revela que los mamíferos tuvieron dos grandes picos de diversificación, ninguno de los cuales se corresponde con el momento de la extinción de los dinosaurios, hace 65 millones de años. El primero ocurrió hace unos 85 millones de años, coincidió con una radiación de las plantas con flores y produjo la práctica totalidad de los órdenes de mamíferos actuales. Ya estaban ahí los gérmenes de los futuros primates, caballos, búfalos o roedores. Tras la extinción de los dinosaurios, algunos grupos de mamíferos prosperaron, como el del carnívoro con pezuñas Andrewsarchus y el de los armadillos, pero se extinguieron pronto o tienen hoy poca importancia. El definitivo pico de radiación, que llevó a los mamíferos a ser dominantes en la mayoría de ecosistemas, tuvo lugar hace entre 10 y 15 millones de años después de la caída del meteorito, debido a un aumento rápido de la temperatura del planeta, que produjo una diversificación de la flora y, consecuentemente, la de los mamíferos.
El estudio se ha realizado secuenciando 66 genes que están presentes en 4.500 mamíferos actuales. Como las mutaciones en los genes tienen un ritmo bastante regular, su estudio permite determinar cuándo se produce una ramificación en la evolución y cómo es la forma del árbol genealógico de un determinado grupo. El estudio revela que las principales proliferaciones de ramas no surgieron en el evento K-T, sino unas decenas de millones de años antes y después. Los mamíferos triunfantes proceden de especies que ya existían bajo el imperio de los dinosaurios, aunque en menores cantidades. Los mamíferos habrían vencido por su eficacia en el aprovechamiento de los recursos y su diversidad de formas anatómicas y modos de vida.
Ésta es una parte de la historia. Por el otro lado, cada vez se descubren más dinosaurios extraños, con diferentes formas de vida, muchos de los cuales adoptaron costumbres mamíferas.
Por ejemplo, el dinosaurio del tamaño de un pollo Albertonykus borealis, hallado en Norteamérica, poseía una cabeza pequeña y fina, cuello delicado, patas traseras muy largas y brazos diminutos dominados por un único dedo (los otros dedos son vestigiales o no existen). Los huesos del brazo son de estructura robusta y los músculos que los rodean y los unen con el pecho parecen haber estado muy desarrollados, lo que parece una especialización para excavar, pero no grandes madrigueras donde esconderse sino pequeños agujeros de los que extraer alimento. La mejor hipótesis postula que Albertonykus borealis se dedicaba también a perforar termiteros. Se ha comprobado que en la misma formación donde se halló esta especie hay madera fósil con los típicos agujeros y galerías de las termitas Termopsidae.
Oryctodromeus cubicularis
Recientemente se ha descubierto en Montana (Estados Unidos) un dinosaurio que verdaderamente excavaba guaridas. Los huesos, de 95 millones de años de edad, pertenecen a un adulto y dos jóvenes y fueron encontrados al final de una cámara. “El excavar es un mecanismo por el cual los pequeños dinosaurios habrían podido aprovechar ambientes extremos en las latitudes polares, desiertos y en las áreas de montañas altas“, dijo el doctor David Varricchio, coautor del estudio. El dinosaurio ha recibido el nombre científico de Oryctodromeus cubicularis, que significa “corredor y excavador de guaridas”. El hocico, la cintura del hombro y la pelvis, tienen características propias de un animal que hurga en la tierra. Además, el tamaño estimado del animal a lo ancho casi se ajusta al tamaño del túnel que excavaba (cerca de 30 centímetros de diámetro). La guarida tiene dos vueltas muy marcadas antes de terminar en la cámara, arquitectura que es similar a las madrigueras de excavadores modernos.
La coexistencia en la madriguera de jóvenes y adultos sugiere la existencia de cuidados paternales en los dinosaurios, en sintonía con las estrategias de mamíferos y aves. El embrión de dinosaurio más antiguo aporta también pistas en esta dirección. Al parecer, estos animales no se alimentaban por ellos mismos nada más nacer y necesitarían ser alimentados por sus progenitores. Se han estudiado los embriones contenidos en huevos fosilizados de hace 190 millones de años, demostrando que los miembros anteriores y las proporciones de cuello y cabeza imposibilitarían a los recién nacidos andar por sí solos a dos patas como hacían los adultos, debiéndolo hacer a cuatro. Además, las crías carecían de dientes, que los adultos poseían. Se han encontrado indicios de cuidados paternales en otros varios dinosaurios, incluso por parte de machos polígamos.
Un sendero submarino de doce huellas consecutivas proporciona la evidencia más sólida hasta la fecha de que algunos dinosaurios nadaban. Está ubicado en la cuenca de Cameros, en España. Según Loic Costeur, coautor del estudio, de la Universidad de Nantes, las huellas en forma de “S” denotan un gran terópodo flotante cuyas garras golpearon el sedimento mientras nadaba en unos 3,2 metros de agua. Otros detalles permiten deducir que el dinosaurio estaba nadando contra corriente, esforzándose por mantener un rumbo rectilíneo. El dinosaurio nadaba con movimientos alternos de sus patas traseras, parecidos a los de aves acuáticas actuales.
Un inusual dinosaurio herbívoro sahariano (Nigersaurus taqueti), de 110 millones de años de antigüedad, tenía huesos ligeros (los del cráneo eran casi translúcidos) y una boca que actuaba como una aspiradora, con cientos de diminutos dientes. Este dinosaurio es pequeño para ser un saurópodo, midiendo sólo 9 metros de longitud. Pero ese tamaño parece ir más allá de lo previsible en un animal cuya estructura es endeble. No obstante, la bestia se las arregló para sostener su cuerpo del tamaño de un gran elefante. Escasamente capaz de alzar su cabeza por encima de su espalda, el Nigersaurus funcionó más como una vaca del Mesozoico que como un típico saurópodo de cuello largo. El rasgo más extraño del dinosaurio era un hocico ancho, de borde recto, que permitía a su boca operar cerca de la tierra. El Nigersaurus tenía más de 50 columnas de dientes, más que cualquier otro herbívoro, todos alineados apretadamente a lo largo del borde delantero de su mandíbula, formando unas largas y contundentes tijeras. Los dientes se reemplazaban hasta 9 veces para hacer frente al desgaste. Este dinosaurio comería hierba al estilo de los mamíferos. Como lo hacía también un saurópodo titanosaurio de hace unos 67 millones de años de la India, en cuyas heces fósiles se han encontrado restos de hierba.Un dinosaurio que ya se conocía de antes, Troodon, era un carnívoro nocturno e inteligente, características que asociamos normalmente a los mamíferos. Casi seguro que poseía sangre caliente. Muchos dinosaurios presentaban plumas como aislante térmico, e incluso plumón o pelo (aunque de características diferentes al de los mamíferos). Los dinosaurios fueron capaces de sobrevivir a temperaturas más frías de lo que se pensaba anteriormente. Se ha descubierto una rica variedad de fósiles de dinosaurios, en el período justo antes de su extinción, en una zona del noreste de Rusia que habría estado a tan sólo 1.000 millas del Polo Norte, dentro de lo que ahora se llama Círculo Polar Ártico. Las temperaturas promedio habrían sido de alrededor de 10 grados centígrados. Los investigadores encontraron restos fósiles de hadrosáuridos (dinosaurios con hocico de pato), dientes fosilizados pertenecientes a familiares de los Triceratops e incluso dientes de Tyrannosaurus rex. Los paleontólogos también encontraron fragmentos de cáscaras de huevo de dinosaurio junto a los restos de un dinosaurio en el Ártico, proporcionando la primera prueba de que los animales fueron capaces de reproducirse en estas latitudes. Otras pruebas (como la presencia de madrigueras) hacen afirmar a los científicos que los dinosaurios pasaban allí incluso el invierno.
Una rama entera de los dinosaurios, las aves, coincide con los mamíferos en muchos caracteres importantes. Cuidan solícitamente de la prole, ocupan los árboles, poseen sangre caliente y entre sus miembros actuales figuran algunos de los animales más inteligentes (córvidos y loros). Fue una lástima que un meteorito extinguiera a los dinosaurios no aves. La batalla por el dominio de la Tierra entre el total de los dinosaurios y los mamíferos habría sido apasionante, y los seres inteligentes que hubieran surgido de cualquiera de los dos linajes habrían disfrutado mucho de su estudio.
Nota: este artículo es casi la fusión de otros dos, que he publicado, independientemente, en Muy Interesante y MundoBiología, el primero dedicado a los mamíferos peculiares y el segundo a los dinosaurios con características similares a las de los mamíferos.
lunes, 5 de octubre de 2009
Mente y cerebro (I): los extraños casos del doctor Sacks
Podemos leer otros interesantes casos en el libro: "Historias de la ciencia y el olvido", en el que Sacks escribe un capítulo.
sábado, 3 de octubre de 2009
Un relato de biología-ficción
"LA TREGUA
Tanith Lee
El alba había teñido ya el cielo de escarlata cuando Issla abandonó el lugar de plegarias. Issla había pasado en aquel lugar la mayor parte de la noche, sin realmente orar, pero obteniendo un cierto confort con la presencia invisible del alma de los ullakins difuntos. Hoy era el día importante y terrible. Y tantas cosas dependían de lo que iba a ocurrir aquel día que se le hacía intolerable incluso pensar en ello. Drael permanecía inmóvil en la entrada del lugar de plegarias, con el venablo en la mano. Issla se apretó contra aquel cuerpo conocido y amado, buscando protección, y las miserables y aterradas lágrimas terminaron por traspasar la muralla de sus ojos.
—Tranquilo, mi amor —la consoló Drael—. No tengas miedo.
—Pero tengo miedo, de veras —sollozó Issla—. ¿Cómo podría no tenerlo? Hoy me hacen llevar la carga de la vida, e incluso tú que me quieres no vas a hacer nada para detenerme cuando parta hacia el lugar de la tregua para sufrirla.
—No sufrirás —la interrumpió Drael rudamente—. Nadie te hará daño. Es imposible que ellos violen la tregua, aunque sean solo bestias. Yo aguardaré cerca de la entrada de la gruta, con mi venablo, y si me llamas acudiré y mataré al animal que esté contigo. Ten confianza en mí. —Los sollozos de Issla se espaciaron—. Ahora ven —siguió Drael—. El jefe quiere bendecirte antes de que cumplas con tu tarea.
Escalaron la pendiente, el brazo de Drael en torno a los hombros de Issla. El camino era empinado entre las grisáceas rocas y los pocos árboles espinosos que habían conseguido crecer aquí y allá. La fortaleza de los ullakins estaba construida en las rocas, al abrigo de sus enemigos, pero era glacial e inconfortable.
El jefe estaba de pie ante la caverna principal, aguardando, su venablo en la mano; los guerreros ullakins lo rodeaban. Issla se acercó, la cabeza baja, y el jefe le dio su solemne bendición. Luego el jefe tendió el brazo hacia el estrecho desfiladero que serpenteaba entre las colinas, donde antiguamente había discurrido un viejo río secado por el tiempo, y allí estaban ya, los terribles ullaks, el enemigo eterno de los ullakins, pasando sin ser molestados por entre los centinelas perchados en las aristas de roca. Puesto que hoy era el día de la tregua. Issla dejó escapar un sollozo.
—Valor —consoló el jefe—. Drael ha jurado protegerte, al igual que todos nosotros. Pero sé valiente y tal vez salves a nuestra raza y a la suya. Aunque nuestros antepasados son testigos de que el precio que hay que pagar es muy alto.
Issla miró a la tribu que se acercaba y vio tras un instante que no eran tan terribles como se lo habían anunciado. Issla jamás había combatido con los guerreros y nunca había visto a los ullaks tan de cerca, pero no parecían tan distintos de los ullakins. Al menos no tan distintos como decían las historias. Subieron la larga escalera toscamente tallada en la piedra que conducía hasta la fortaleza y, al llegar a su cima, ocuparon su lugar en la plataforma, frente a la entrada de la caverna sagrada.
—Venid —ordenó el jefe. Y los ullakins avanzaron a su vez sobre la plataforma, al primer calor del día.
—Ahora ya no tengo miedo— dijo Issla.
—Eso es bueno —respondió Drael—. Pero recuerda que debes permanecer alerta, ocurra lo que ocurra. Son animales, y sus formas de amar son odiosas. —Con una extraña rabia en la que no estaban exentos los celos, Drael escupió al suelo.
La gruta sagrada, aquella gruta que era tan importante hoy, se abría aproximadamente en mitad del muro de piedra que dominaba la plataforma. Una burda tela de color blanco sucio, pintada con los símbolos rituales de los ullakins, ondulaba ante su entrada, ocultando su interior. A la derecha estaba el jefe enemigo, en primera fila ante sus guerreros ullaks. Las pieles con que se cubrían estaban mal curtidas, y ahora que estaban tan cerca Issla fue consciente de su hedor, un olor que no venía tan solo de las pieles sino también de aquellos cuerpos extraños y de su sudor.
Odio a mi enemigo, pensó bruscamente Issla, recordando el juramento tradicional de los guerreros. Pero hoy no debo odiarlo.
Los dos jefes se acercaron el uno al otro y afrontaron en silencio sus miradas. El jefe de los ullaks era más alto, y una ligera sonrisa cruzaba sus labios; apoyado sobre su venablo, ignoraba deliberadamente e?, carácter sagrado de aquellos instantes.
—Tú eres mi enemigo, pero hoy te rindo honores —dijo el jefe de los ullakins.
El ullak repitió el juramento de la tregua. Volvieron a mirarse en silencio.
Ralka, el portavoz de los ullakins, avanzó y empezó a recitar la razón que motivaba aquella reunión, algo que ya todos conocían. Pero, por conocida que fuera, una gran calma reinó sobre la plataforma mientras todos escuchaban atentamente.
—Nos hemos reunido aquí, olvidando nuestras disputas, para hallar un camino a la supervivencia. Ha sido dicho que en los tiempos antiguos los jóvenes podían nacer del amor, ser llevados por el cuerpo y puestos al mundo intactos. Hoy, ninguna de nuestras dos razas puede producir jóvenes de este modo; hasta ahora, confiábamos en las máquinas reproductoras y en las incubadoras que nos dejaron nuestros antepasados, bendito sea su nombre. Pero hoy las máquinas ya no funcionaban. Las incubadoras se deterioran y los jóvenes mueren. Y lo mismo ocurre a cada lado. Ha sido dicho que antiguamente ullaks y ullakins eran un solo pueblo, y en respuesta a nuestras plegarias nuestro oráculo nos ha ordenado establecer una tregua, poner frente a frente a un miembro de cada una de nuestras tribus, y esperar a que se les aparezca un signo y encuentren el medio de dar nacimiento a una raza híbrida. Vosotros habéis dado vuestro acuerdo. —Ralka hizo una seña a Issla, que avanzó temblorosa—. Esta es nuestra elección. ¿Cuál es la vuestra?
Uno de los ullaks se acercó arrastrando los pies. El alargado rostro que Issla pudo ver definirse frente a ella, bajo la brillante luz del sol, no parecía confiar mucho en sí mismo. Issla sintió una repentina simpatía hacia aquel animal, y su miedo disminuyó.
El jefe ullakin dijo duramente:
—Que ninguno de los dos haga daño al otro. Se os permite matar a nuestra elección si algún daño le es hecho a vuestra elección, y reclamamos el derecho a actuar del mismo modo. Ahora adelante, entrad en la gruta.
Presa del pánico, Issla miró hacia atrás y vio el rostro tenso de Drael y su mano apretando con fuerza el asta de su venablo. Los labios de Drael formularon una frase: Llama, y yo estaré ahí y lo mataré.
Luego Issla alcanzó la cortina al mismo tiempo que el ullak. El trozo de tela fue levantado, la oscuridad pareció atraerlos a su interior, y se descubrieron juntos, la cortina bajada de nuevo, solos en la oscura y terrible gruta.
Las hierbas secas tejían como una alfombra en el suelo. La gruta era fría y húmeda. Pequeñas agujas de tamizada luz se entretejían en los recovecos de las paredes de roca. Issla se acurrucó contra la pared de la gruta y observó al ullak hacer lo mismo frente a ella. Tras un minuto, el ullak habló:
—Me llamo Kloll. ¿Y tú?
La voz era grave y distinta, pero las palabras eran familiares.
—Yo soy Issla.
—Sentémonos —dijo Kloll—. No, no tengas miedo. Yo me sentaré aquí, y tú no tienes otra cosa que hacer más que quedarte donde estás. Realmente, nuestros antepasados hubieran podido encontrar algo mejor que imponernos esto, ¿no crees?
Issla hipó y se santiguó rápidamente para desviar la cólera sagrada. El ullak se echó a reír.
—Vosotros, los ullakins, siempre habéis pensado que erais la crema de la vieja raza, ¿no? Y que los ullaks éramos una especie de degenerados, unos débiles, unos tarados, hechos de escupitajos y excrementos.
Issla permaneció inmóvil, los ojos muy abiertos y el corazón latiendo en su pecho.
—Lo siento —dijo Kloll—. Esta no es la mejor manera de empezar. ¡Maldita oscuridad! ¿Pero qué es lo que hay que hacer?
—Ellos esperan que los antepasados nos guíen —susurró Issla.
El ullak se echó a reír.
Permanecieron largo tiempo así, inmóviles y silenciosos.
Afuera, en la plataforma, los tambores mágicos resonaban, los humos sagrados se elevaban hacia el cielo. Los jefes compartirían probablemente, mediado el día, una tensa comida.
—Bueno —decidió finalmente Kloll—, quizá podamos hablar, si no encontramos nada mejor. Háblame de ti, Issla de los ullakins.
Issla permaneció inmóvil y muda, sin saber qué decir.
—¿Hay alguien a quien ames y de quien puedas hablarme?
—Está Drael —respondió al cabo de un tiempo Issla—, de la casta de los guerreros. ¿Y tú?
—Oh, nosotros no somos tan sentimentales como vosotros. Ensayamos, cambiamos constantemente. También tenemos nuestras orgías sagradas. Supongo que habrás oído hablar de ellas.
—Sí —e Issla reprimió un estremecimiento.
Debes ser valiente, le susurró su cerebro.
Issla se levantó y se acercó al ullak, aproximándose a aquel ser de extraño olor, que ahora ya no le parecía tan repugnante. Era probable que el ullak encontrara también insoportable el olor del ullakin. Se hizo un nuevo silencio, luego, al cabo de un momento, la gruesa pata delantera del ullak se elevó y fue a posarse en los cabellos de Issla. Issla se estremeció, y se dio cuenta de que el ullak también temblaba.
—No tengas miedo —murmuró Kloll.
Y el murmullo fue de pronto el de Drael, en las tiernas horas nocturnas: dulce, ansioso, íntimo. Issla se acercó un poco más a Kloll, hasta que sus cuerpos se tocaron. Y, apretados el uno contra el otro, aguardaron a que sus antepasados les hablaran.
El día adquirió un tono dorado, luego el del oro patinado por el tiempo, y viró bruscamente hacia los tonos violentos del sol poniente. En la plataforma se encendieron algunos fuegos, aquí y allá, y las estrellas brotaron de su cascarón para iluminar el cielo. Drael aguardaba cerca de la entrada de la caverna, los ojos fijos. El vino de raíces había circulado, y las dos tribus enemigas estaban ahora menos tensas, ahogando su inquietud en alcohol. Pero, cuando le ofrecieron la copa a Drael, la rechazó violentamente.
Y en la caverna...
—Ahora te conozco —dijo de pronto Kloll.
—Sí —respondió Issla.
Durante horas no habían pronunciado ninguna palabra, limitándose a permanecer simplemente el uno contra el otro, aguardando. Y la respuesta parecía estar brotando ahora del trance en el que se habían encerrado.
—Ya no tengo absolutamente miedo —dijo Issla—. ¿Por qué somos enemigos desde hace tanto tiempo, cuando en el fondo nos parecemos tanto?
—Escucha —murmuró Kloll—, nos han dicho que, hace mucho, los jóvenes nacían del amor. ¿Quieres que intentemos amarnos? Quizá sea esto lo que desean nuestros antepasados.
Pero el cuerpo de Issla se había tensado.
—Vosotros no hacéis el amor del mismo modo que nosotros —dijo.
—Quizá sea necesario —y el ullak tocó suavemente a Issla, como lo habría hecho Drael, en el profundo hueco de su noche—. Sí, eso es —murmuró Kloll—. Sé que es así.
E Issla, arrastrada como un nadador por la tormentosa corriente que creaban las manos del ullak, se estremeció en lo más profundo de su cuerpo, y se sintió despertar al hambre perdida tanto tiempo y que Kloll poseía.
—Sí, tienes razón —gimió Issla—. Sí, oh sí...
Y luego, en medio de aquella noche, notó algo que se rompía, un dolor repentino.
—No —dijo Issla—. Me estás haciendo daño. ¡No!
—Espera —suplicó Kloll—. Tiene que ser así; lo sé, lo siento en mí.
Pero el ullak era de nuevo un enemigo, y tras un momento de lacerante dolor Issla gritó llamando a Drael.
Las manos de Drael arrancaron la tela de la cortina, profanando los símbolos pintados en ella. Drael vaciló tan solo un instante, buscando discernir en las movientes y entrelazadas sombras quién era Issla y quién era la bestia. Luego, el aguzado venablo se hundió profundamente en la espalda del ullak. Con un grito parecido a la desesperación, Kloll intentó alzarse, cayó boca abajo y murió.
Drael ayudó a Issla a levantarse.
—Todo va bien —dijo Drael—. Lo he matado como prometí que haría. ¿Te ha hecho daño?
—Sí.
Issla lloraba.
Drael arrastró al ullak con ayuda del venablo sólidamente clavado en su carne hasta que quedó expuesto a la vista de todos sobre la plataforma. Se elevó un grito de horror y de rabia. Varios ullaks saltaron hacia adelante; y Drael arrancó su venablo del cuerpo de Kloll y les amenazó con él.
—¡Retroceded, no sois más que bestias sin ningún honor! —gritó Drael—. Vuestro elegido ha roto la tregua, vuestro elegido ha herido a Issla.
Issla salió de la caverna, y había manchas de sangre en la parte delantera de su túnica, una sangre que procedía de la herida que le había infligido Kloll. Los ullaks retrocedieron y se concentraron.
Drael miró unos instantes a Issla, luego se giró brutalmente hacia su jefe.
—¡Matemos a estos animales! ¡Ahora, mientras los tenemos a nuestra merced!
Un rugido de cólera y de temor se elevó de nuevo, pero el jefe dio un paso adelante y abofeteó a Drael.
—Contente —le ordenó el jefe—. Nuestros antepasados recordarán siempre la forma en que has estado a punto de deshonrarnos.
Drael retrocedió, luego dio media vuelta.
—Ahora —proclamó el jefe—, pueblo de los ullaks, debéis alejaros de nosotros. Aquel a quien elegisteis ha herido a nuestro elegido, y tal como convenimos lo hemos matado. Ninguno de vosotros podrá decir que no hemos mantenido nuestra palabra. Sois vosotros, los ullaks, quienes habéis violado la tregua.
Era visible, a la luz de uno de los fuegos, que el jefe de los ullaks contenía difícilmente su ira. Luego, la ira se transformó en tristeza y lamentación.
—Es cierto —dijo el ullak—. Sufro la misma tristeza que tú, puesto que a partir de ahora jamás podremos hallar juntos la paz. Nuestros antepasados nos han demostrado hoy, cruelmente, que jamás podrá brotar una nueva vida de la unión de nuestras dos razas.
El jefe ullak hizo una seña a sus guerreros.
—Partimos de aquí. Dadnos tan solo el cuerpo de Kloll, para que podamos darle sepultura.
—Tomadlo. Marchad por el lecho de este antiguo río, y desapareced como él de la faz de la tierra. Como desapareceremos también nosotros, puesto que ahora ya no hay más esperanza.
Y así la tribu de los hombres se hundió en las tinieblas, llevándose a su muerto, abandonando para siempre la fortaleza de las mujeres aislada entre las rocas.
Y Drael deslizó su brazo por los hombros de Issla y la atrajo hacia sí. Issla escupió tras ellos, en la calma de la noche: Odio a mi enemigo, y apretó su boca contra los cabellos de su amante.
FIN
Título original: The Truce © 1976 Tanith Lee
Traducción: Sebastián Castro
Aparecido en: Nueva Dimensión 137
Edición digital: Arahamar"
El relato nos puede servir para reparar en el hecho de que la cooperación entre los sexos es más bien una rareza en el mundo biológico. Existen incontables organismos en que los dos sexos viven existencias muy distintas, no se reúnen apenas más que para el acto sexual y están en permanente conflicto. Algunos machos viven como parásitos directos de las hembras, otros son zánganos que son tolerados por las hembras hasta que descargan su esperma en los ejemplares reproductivos, otros matan las crías anteriores de las hembras y viven a expensas de ellas, en algunos casos la hembra es inmóvil y se dedica sólo a comer y producir crías, en otras especies las hembras constituyen manadas de cría y los machos adolescentes y adultos viven en comunidades separadas o solitarios, etc. Muchas veces, machos y hembras tienen diferentes exigencias ecológicas. Poco después de establecerse los sexos, en el momento en que uno de ellos invirtió un poco más que el otro en la reproducción (en la práctica, cuando una de las células sexuales se hizo un poco mayor que la otra), se inició una cruenta guerra de los sexos, que se manifiesta de muchísimas formas en la naturaleza. Incluso en los casos en que los dos sexos colaboran en el cuidado de las crías (termitas y algunos otros insectos, algunos peces y anfibios, bastantes aves, algunos mamíferos...), siempre hay una asimetría y existen situaciones de tensión, explotación y chantaje. Los humanos fuimos en las primeras etapas de nuestra historia como cazadores-recolectores mucho más igualitarios en la relación entre los sexos que la mayoría de los animales (a pesar de descender de antepasados con fuerte dominancia masculina). Desmond Morris afirma en su libro "La mujer desnuda" que fue más tarde, con el descubrimiento de la agricultura y la vida en las ciudades, cuando no era necesaria una cooperación tan estrecha entre los sexos para garantizar la supervivencia, cuando los hombres adoptaron muchas conductas machistas. Afortunadamente, la tendencia actual es la de incrementar la cooperación, aunque aún nos queda mucho camino que recorrer y hemos de tener en cuenta que hombres y mujeres presentamos muchas diferencias biológicas (aunque, por supuesto, como personas debemos disfrutar de los mismos derechos).
Otro hecho biológico que se destaca en este relato es la ruptura del himen (también es mala suerte, ya que sólo alrededor del 50% de las mujeres experimentan sangrado en la primera relación sexual). Casi ninguna hembra animal presenta himen. ¿Por qué las hembras humanas sí lo poseen? En la entrada "Himen", del blog "La biología estupenda", de Eduardo Angulo, se discuten algunas ideas al respecto.
Enigmas (I): el juicio de los grajos
Grajo (Corvus frugilegus)
libro de Hyatt Verrill y vi que contaba un caso semejante al del Olimpio y lo registraba con toda seriedad.”
Esto relata Miguel Delibes en Viejas historias de Castilla la Vieja, un evocador conjunto de breves relatos sobre la vida rural en esa región española. Como no podía ser de otra forma tratándose de Delibes, la naturaleza está muy presente en el libro.
He mirado el artículo sobre Hyatt_Verrill en la Wikipedia (en inglés) y parece una fuente fiable, ya que fue explorador, escritor de temas de historia natural e hijo de un zoólogo eminente.
En busca de más conocimientos sobre este enigma, he buscado por internet y sólo he encontrado información en la página:
http://tontograve.blogspot.com/2007/04/el-misterio-de-los-grajos.html , donde se dice:
“Buscando en revistas viejas y libros empolvados de bibliotecas antiguas intentaba buscarle el significado al refrán “cría cuervos y te comerán los ojos”, frase misteriosa y traicionera que deja tan mal parados a estos pájaros que se visten con el color del universo.Y así fue como en una revista publicada por una editorial española (para los lectores de habla hispana, puesto que ya había una edición anterior a ésta en ingles) editada a finales del siglo anterior, me encontré con este texto:
Tenemos un campo vacío. De pronto el cielo ennegrece de pájaros y caen como una lluvia negra sobre el campo y lo cubren por completo o casi por completo…En el centro del campo hay un lugar vacío y en medio de este lugar, un grajo solitario.
Grazna y chilla y grazna algo más en medio de diez mil pares de ojitos que le contemplan, sin parpadear. A veces gritan, como preguntando algo, es como un parlamento, es como un juicio.El grajo solitario sigue graznando y los demás esperan.Esto puede durar horas desde el amanecer hasta el crepúsculo.¿Y que sucede al final?Una de dos.A una señal, que los observadores humanos no han podido identificar, los pájaros levantan el vuelo al unísono y dejan al grajo solitario en el campo.O también al unísono, caen sobre el y a picotazos lo matan.Eso es lo que ocurre.”
viernes, 2 de octubre de 2009
Un botánico soñador (II)
Con las hierbas se hizo Alfanhuí callado y solitario. Se le puso en los ojos un mirar ausente y vegetal, como si una misma hoja diminuta y extraña estuviera mil veces dibujada a lo ancho y hacia lo hondo de su pupila. Alfanhuí había puesto en sus ojos, delante de su memoria, un algo verde y vegetal que le escondía de los hombres, tanto que cuantos le miraban, le creían mudo y olvidado.
Sus ojos eran ahora como claras, espesas selvas, monótonas y solitarias, donde todas las cosas se perdían. Y caía la luz sesgadamente y se hacía silenciosa y pausada al trasluz de las hojas o se posaba en rachas sobre los claros de bosque, dando a la selva, con su variada sucesión de términos, una honda perspectiva interminable. Y desde lo profundo de aquel vario silencio, maduraba Alfanhuí una nueva y multiverde sabiduría.
Hundido Alfanhuí en semejante especialidad, púsose a trabajar día y noche, a ojos abiertos y cerrados. De día se quedaba mirando las hierbas en lo muerto de la herboristería o en lo vivo del monte. Y se tendía en el suelo con los codos hundidos en la tierra y la cabeza entre las manos, observando largo tiempo los minuciosos retoños. O se ponía por la noche, pacientemente, a analizarlos en lo oscuro, porque allí los veía, representados en su memoria, todo lo grandes que hiciera falta y podía estudiar sus detalles y descomponer sus colores como se le antojara, para mejor conocerlos.
Así fue descubriendo Alfanhuí los cuatro modos principales con que los verdes revelan su naturaleza: el del agua, el de los secos, el de la sombra y la luz, el de la luna y el sol. Y así toda sutileza se conocía, porque había verdes que parecían iguales y, sin embargo, el agua, al mojarlos, sacaba de ellos un brillo oculto y los revelaba diferentes. Y éstos eran los llamados “verdes de lluvia”, porque sólo bajo la lluvia se daban a conocer y estaban para guardar en sus gamas el recuerdo de cuanto en los días de lluvia había ocurrido y en lo demás del tiempo se estaban ocultos y nada decían. Porque las mismas cosas tienen, en distintos días, distintos modos de acontecer y lo que ocurrió bajo la lluvia, sólo bajo la lluvia puede ser contado y recordado.
Así por la manera de revelar su naturaleza, se agrupaban los verdes en clases distintas. Esto ocurría, naturalmente, tan sólo con tres de los métodos, ya que el de los secos servía para todo verde, pues no se basaba en una circunstancia, sino en la vida y la muerte del vegetal. Había, pues, “verdes de lluvia” y “verdes de cuando no llueve”; “verdes de sombra” y “verdes de luz”; “verdes de sol” y “verdes de luna”. Entre estas clases, había todavía muchas subdivisiones y paralelos entre clase y clase. Así ocurría, por ejemplo, con la encina y el olivo, con el chopo y el ciprés. El verde de la encina era “verde de sol” y el del olivo, su complementario entre los “verdes de luna”. El “verde olivo” tenía, a su vez, un contrario entre los de su clase: el “verde retama”. Porque nacían en dos lunas opuestas. El de olivo, nacía cuando la luna iba alta y lenta y describía un arco pacífico por el cielo oscuro. El de retama en cambio, cuando la luna corría herida y lujuriosa, como una loba en celo, por el cielo bajo de las claras noches y aullaba derramando un agrio olor y se velaba a ratos de nubes rápidas. También se revelaba el haz de las hojas, en su envés. Así el verde de los chopos, que nacía en la primavera, lleno de sol y de claridad, tenía en su envés el recuerdo de las nieves.
Pero donde mejor se conocían los verdes, era en sus secos. Nadie puede decir que conoce el verde de una planta si no lo ha visto seco alguna vez. Y para esto se valía Alfanhuí de la herboristería. Porque era conocer los verdes, en lo que la muerte les había dejado. Debajo de cada verde hay un seco y cuando aquél se desvanece, éste le revela. Y comparaba Alfanhuí una cosa con otra y había verdes que eran distintos en lo viviente, pero iguales en el seco que les subyacía. Y había verdes que se oscurecían en la muerte y verdes que se aclaraban, y otros que se trocaban en marrón, en rojo o en amarillo. Y aun los había tan sutiles y efímeros que el morir les dejaba transparentes como laminitas de cristal. Algunos había que al secarse presentaban distinto modo de ejemplar a ejemplar, porque habían sido sensibles a cuanto cerca de ellos ocurría. Así sacaban a veces caprichosos dibujos de rayas negras, revelándose testigos de hechos inconfesables. A veces eran dibujos tristes, como un lamento, o dibujos airados que pedían venganza.
En los tarros de la tienda iba buscando Alfanhuí el espejo mortal de cuanto vive, para conocerlo mejor.
Todas estas cosas y muchísimas más aprendió Alfanhuí, el tiempo en que estuvo en casa del licenciado Diego Marcos. Mas cuánto llegó a saber, deja de declararse en esta historia, porque tan sólo el mismo Alfanhuí hubiera podido escribirlo.
Y cuando hubo acabado con todo esto, se le quitó aquella extraña mirada vegetal y le afloró de nuevo a los ojos toda la memoria.
Despidióse de sus amos y dejó Palencia, porque ya mucho le llamaba el recuerdo a la nueva y gentilísima andanza con que este libro termina.”
Rafael Sánchez Ferlosio. Industrias y andanzas de Alfanhuí.
jueves, 1 de octubre de 2009
Un botánico soñador (I)
Palencia era clara y abierta. Por cualquier parte tenía la entrada franca y alegre y se partía como una hogaza de pan. La calle mayor tenía soportales de piedra blanca y le daba el sol. Las torres también eran blancas, bajas y fuertes, y, el río, maduro y caudaloso. Al otro lado del río estaba la vega poblada de viñas, hortalizas y árboles de frutas; surcada de canales. Por los canales iban las barcazas llevadas por mulas que tiraban de maromas desde la orilla y resbalaban con sus cascos en el fango. El agua de los canales tomaba, con el poniente, un color lánguido y fecundo de azul blanquecino con reflejos verdes o rojos.
La herboristería de Don Diego Marcos estaba en la calle mayor, con sus tarros de cristal o de porcelana, como las boticas. Arriba, tenía una tabla negra con letras de purpurina:
HERBORISTERÍA MEDICAL DE DIEGO MARCOS
El licenciado en Ciencias Naturales Diego Marcos, era alto, grueso y petulante. Llevaba gafas de oro y un guardapolvos ocre, descolorido. También su mujer estaba tras el mostrador, y era gorda y no menos presuntuosa. Andaba por la tienda una especie de mancebo, de veinticinco años, tísico y barbilampiño. La tienda era oscura, toda de estanterías de madera barnizada, de un marrón casi negro. En el escaparate había tarros y platos con hierbas, cada uno con su letrero, donde se podía leer:
MEJORANA; PINO PAÍS; ARENARIA (rubles); PULMONARIA; OREJA DE OSO; HIERBA NEGRA; MANZANILLA DEL MONCAYO; MENTA PIPERITA; MENTA POLEO; BELLADONA; CORDIALES; MALVAVISCO, etc., etc.
Alfanhuí entró a servir en aquella casa, de algo menos que de mancebo. Traído y llevado a todas horas por las órdenes del dueño y de la dueña. Alfanhuí callaba y aprendía. Comía con el mancebo, que era villano y despectivo con él, y dormía en la trastienda entre tarros recónditos que guardaban en su seno todos los olores del monte. Había también, colgadas de las paredes, unas láminas verticales, con un palo negro en cada extremo, para enrollar, que eran de papel brillante y tenían dibujadas en colores, plantas con las hojas y las flores aparte y los cortes de tallo y raíces, para detallar sus particularidades y estudiar los vasos y los tejidos. Debajo, tenían letreros donde ponía “Monocotiledóneas” y cosas por el estilo y, en letra más pequeña, “Gráficas Llosent, Barcelona”. En el medio había una gran mesa de mármol con una balanza atornillada a la losa. En una esquina, debajo de un reloj hexagonal, estaba el catre de Alfanhuí. En el suelo había saquitos remangados, con las hierbas de más uso y que no se desvirtúan por el aire.
Alfanhuí sabía algo de todo aquello y conocía muchas hierbas con sus nombres y sus virtudes. Pero ahora buscaba mejorar su conocimiento y se quedaba con los ojos pegados a la vitrina y sacaba los tarros, y los olía y desgranaba las hierbas en su mano y preparaba infusiones y extraños alambiques cuando nadie le veía. Pensaba también en los nombres de las hierbas y se los repetía una y otra vez, como buscando en ellos el sonido de viejas historias y, lo que cada planta, entrando por los ojos, había dicho en la vida y en el corazón de los hombres. Porque el nombre que se dice, no es el nombre íntimo de las hierbas, oculto en la semilla, inefable para la voz, pero ha sido puesto por algo que los ojos y el corazón han conocido y tiene a veces un eco cierto de aquel otro nombre que nadie puede decir. Una y otra vez repetía Alfanhuí los nombres y los había mejores y peores. Había nombres tontos que nada decían y los había misteriosos, en los que estaba todo el monte sonando.
El licenciado solía mandarle al campo con el encargo de traer tal o cual hierba que se acababa y le indicaba aproximadamente los sitios donde nacía. Las había más abundantes y más escasas y difíciles de encontrar. Pero Alfanhuí, con sólo haber visto y olido la hierba en su tarro y conocer su nombre, ya imaginaba el paraje donde podía nacer y luego tenía buen tino para hallarla, aunque nunca la hubiera visto por el campo. Y se subía a los altos y miraba los distintos colores de la tierra y lo que era arenoso o calizo y donde había más o menos agua y dónde batían más los distintos vientos y lo que estaba al socaire y las solanas y las umbrías y los declives y otras infinitas condiciones que hacían la tierra varia y difícil. Pero Alfanhuí entornaba los ojos para ver todo esto, porque acertaba mejor por gracia y por instinto, que poniéndose a considerar. A veces había que ir muy lejos y hacer noche. Pero siempre volvía con su saco de hierbas al hombro y alguna planta nueva y rara que había escogido para sí.”
Rafael Sánchez Ferlosio. Industrias y andanzas de Alfanhuí.