Narval (Monodon monoceros) Dibujo de Dorothea Kappler
El unicornio es un frívolo animal de cuento de hadas, una criatura caprichosa desvinculada de la lucha por la existencia y la selección natural. Puede ser indolente y lánguido y cuidar de que su pelaje esté blanquísimo. Nunca nos va a dar ninguna explicación de por qué presenta ese cuerno extravagante y en ello reside gran parte de la fascinación que provoca.
Otros animales que presentan rasgos estrafalarios son reales, y por tanto, deben dar cuentas de por qué los poseen. Al club de las jirafas, los elefantes y las morsas pertenece también el narval. El largo “cuerno” (que en realidad es un diente, el incisivo superior izquierdo) hace inconfundibles a los machos. Pero, al contrario que esos otros animales, el misterioso narval de los oscuros mares del norte no ha revelado su secreto.
Los narvales están entre los cetáceos más raros y menos conocidos. Viven en los mares árticos y llegan más al norte que casi cualquier otra especie. Casi nunca se acercan a las costas ni a las embarcaciones y su comportamiento en la naturaleza apenas ha sido observado. Se sabe, sin embargo, que cada verano, miles de narvales utilizan las estrechas fisuras en el hielo marino para viajar miles de kilómetros desde la Bahía de Baffin -entre Canadá y Groenlandia- hasta los fiordos del Ártico. El propósito de las migraciones de estas criaturas sigue siendo un misterio. Se alimentan en el agua profunda de la zona central de la Bahía de Baffin durante el invierno, pero en verano casi no se alimentan. Lo que hacen es seguir el retroceso del hielo marino como lo han hecho durante miles de años. No se sabe por qué pasan el verano frente a los glaciares.
Nadie conoce tampoco demasiado bien cómo y para qué usa el narval su formidable diente. Ninguno de los otros miembros de su grupo, el de los delfines, posee algo parecido. El hecho de que lo presenten los machos (alguna que otra hembra también presenta un “cuerno”, y en ocasiones, dos) y la analogía con estructuras de otros mamíferos, apoyan la hipótesis de que es usado en las luchas por las hembras o en el cortejo.
El cortejo de los narvales no está documentado. Se sospecha que las hembras escogen a los machos que tienen el diente más largo y, de este modo, por selección sexual, han llegado a desarrollarse dientes de más de 3 metros (para que no pesen demasiado, están casi enteramente huecos). Pero se han encontrado también machos que presentaban cicatrices en la cabeza que se han supuesto producidas por el diente. En ese caso, las peleas por las hembras en esta especie podrían ser de las más crueles e impresionantes del reino animal. El uso en la captura de presas no está registrado, aunque hay indicios de que podrían usar el diente para empujar a sus presas contra los fondos y atraparlas mejor con la boca. Aunque el diente podría ser un arma defensiva muy poderosa, los narvales son a veces depredados por tiburones, orcas y osos polares. Hay quien propone que el diente podría tener una función en la guía y/o amplificación de los sonidos que emite la especie para localizar a sus presas. El diente del narval no sólo es único entre los mamíferos por su longitud y rectitud, sino también por estar retorcido en espiral. Este insólito hecho ya llamó la atención de D’ Arcy Thompson, el zoólogo británico que conmocionó la literatura científica en 1.917 con la publicación de “Sobre el Crecimiento y la Forma”, donde explicaba las leyes matemáticas y físicas que deben obedecer los seres vivos. La espiral se relaciona inmediatamente con la asimetría, con esa cualidad misteriosa que hace que nuestras manos izquierda y derecha sean irreconciliablemente distintas. El retorcimiento del diente del narval se vincula a otro aspecto enigmático de la morfología de los delfines: la asimetría de sus cráneos, que es particularmente evidente en ciertas especies de agua dulce. Los delfines tienen el cráneo inclinado y retorcido con respecto al cuerpo. D´Arcy Thompson explicó ambos fenómenos en base al peculiar modo de natación de los cetáceos, que los diferencia de los peces. El animal se mueve debido a la reacción que provocan las ondulaciones de su cuerpo. La onda que provocan los peces está “estabilizada” por sus aletas dorsales y ventrales y está limitada a un plano. Pero en los cetáceos, la onda tiende a hacer girar al animal y por tanto, todo su cuerpo está sometido a fuerzas que tienden a retorcerlo. El retorcimiento del diente del narval estaría provocado por fuerzas que actúan sobre la raíz del diente en crecimiento, que harían que girase muy lentamente con relación al alveolo. Las estrías espirales, que son superficiales e irregulares, se formarían por el roce con imperfecciones del alveolo. Esto explica el hecho de que, en los ejemplares en que se forman dos dientes, las dos espiras giran en el mismo sentido, y no en opuestos, como se esperaría, ya que uno proviene del lado derecho del cuerpo y otro del izquierdo.
También se explica así que el diente crezca tan recto y que las estrías espirales se continúen en la parte del diente que está incluida en el alveolo (lo que excluye la posibilidad de que hayan sido grabadas por un agente externo). El retorcimiento del cráneo de los delfines no puede explicarse como una reacción al movimiento del animal, ya que empieza a manifestarse en el embrión en desarrollo. Pero esto puede ser debido a que esta forma ha sido impresa en los genes por selección natural, ya que permite ahorrar energía al animal al adaptar su cuerpo a su peculiar modo de movimiento.
Recientemente, sin embargo, se han producido espectaculares descubrimientos que han dado un giro radical a la gran pregunta de para qué quiere el narval su largo diente. El poeta Pablo Neruda, gran apasionado del mar, hasta el punto de que en círculos naturalistas era más conocido como coleccionista de conchas que como literato, pareció adivinar su propósito. En su “Oceanografía dispersa” habla de su fascinación por los narvales y cuenta que una vez entró en una tienda de historia natural donde se ofrecían “cuernos” de narval. Sólo pudo comprar uno de narval recién nacido, “de los que salen a explorar con su espolón inocente las frías aguas árticas”.
Efectivamente, los últimos indicios parecen indicar que el narval usa su espolón para explorar. Sería un formidable órgano sensitivo, completamente diferente en su estructura a otros dientes de mamíferos (además es sorprendentemente flexible). Diez millones de conexiones nerviosas van desde el nervio central a la superficie externa, de forma que el diente se convertiría en un sensor capaz de medir la temperatura del agua, la presión, la salinidad o la presencia de ciertas sustancias, como las desprendidas por los peces de los que se alimentan.
Esta explicación, no obstante, deja algunos cabos sueltos: ¿por qué lo presentan preferentemente los machos? ¿Por qué algunas hembras presentan dos dientes? El unicornio marino, como el terrestre, se resiste a desvelar todos sus secretos.
Nota: la obra de D’Arcy Thompson trata de las leyes físicas y matemáticas que rigen sobre los seres vivos (y que se manifiestan a un nivel más elemental que las leyes genéticas). Un libro reciente con este enfoque es el de Ian Stewart ‘El segundo secreto de la vida’ (colección Drakontos, de editorial Crítica, Barcelona, 1.999).
El unicornio es un frívolo animal de cuento de hadas, una criatura caprichosa desvinculada de la lucha por la existencia y la selección natural. Puede ser indolente y lánguido y cuidar de que su pelaje esté blanquísimo. Nunca nos va a dar ninguna explicación de por qué presenta ese cuerno extravagante y en ello reside gran parte de la fascinación que provoca.
Otros animales que presentan rasgos estrafalarios son reales, y por tanto, deben dar cuentas de por qué los poseen. Al club de las jirafas, los elefantes y las morsas pertenece también el narval. El largo “cuerno” (que en realidad es un diente, el incisivo superior izquierdo) hace inconfundibles a los machos. Pero, al contrario que esos otros animales, el misterioso narval de los oscuros mares del norte no ha revelado su secreto.
Los narvales están entre los cetáceos más raros y menos conocidos. Viven en los mares árticos y llegan más al norte que casi cualquier otra especie. Casi nunca se acercan a las costas ni a las embarcaciones y su comportamiento en la naturaleza apenas ha sido observado. Se sabe, sin embargo, que cada verano, miles de narvales utilizan las estrechas fisuras en el hielo marino para viajar miles de kilómetros desde la Bahía de Baffin -entre Canadá y Groenlandia- hasta los fiordos del Ártico. El propósito de las migraciones de estas criaturas sigue siendo un misterio. Se alimentan en el agua profunda de la zona central de la Bahía de Baffin durante el invierno, pero en verano casi no se alimentan. Lo que hacen es seguir el retroceso del hielo marino como lo han hecho durante miles de años. No se sabe por qué pasan el verano frente a los glaciares.
Nadie conoce tampoco demasiado bien cómo y para qué usa el narval su formidable diente. Ninguno de los otros miembros de su grupo, el de los delfines, posee algo parecido. El hecho de que lo presenten los machos (alguna que otra hembra también presenta un “cuerno”, y en ocasiones, dos) y la analogía con estructuras de otros mamíferos, apoyan la hipótesis de que es usado en las luchas por las hembras o en el cortejo.
El cortejo de los narvales no está documentado. Se sospecha que las hembras escogen a los machos que tienen el diente más largo y, de este modo, por selección sexual, han llegado a desarrollarse dientes de más de 3 metros (para que no pesen demasiado, están casi enteramente huecos). Pero se han encontrado también machos que presentaban cicatrices en la cabeza que se han supuesto producidas por el diente. En ese caso, las peleas por las hembras en esta especie podrían ser de las más crueles e impresionantes del reino animal. El uso en la captura de presas no está registrado, aunque hay indicios de que podrían usar el diente para empujar a sus presas contra los fondos y atraparlas mejor con la boca. Aunque el diente podría ser un arma defensiva muy poderosa, los narvales son a veces depredados por tiburones, orcas y osos polares. Hay quien propone que el diente podría tener una función en la guía y/o amplificación de los sonidos que emite la especie para localizar a sus presas. El diente del narval no sólo es único entre los mamíferos por su longitud y rectitud, sino también por estar retorcido en espiral. Este insólito hecho ya llamó la atención de D’ Arcy Thompson, el zoólogo británico que conmocionó la literatura científica en 1.917 con la publicación de “Sobre el Crecimiento y la Forma”, donde explicaba las leyes matemáticas y físicas que deben obedecer los seres vivos. La espiral se relaciona inmediatamente con la asimetría, con esa cualidad misteriosa que hace que nuestras manos izquierda y derecha sean irreconciliablemente distintas. El retorcimiento del diente del narval se vincula a otro aspecto enigmático de la morfología de los delfines: la asimetría de sus cráneos, que es particularmente evidente en ciertas especies de agua dulce. Los delfines tienen el cráneo inclinado y retorcido con respecto al cuerpo. D´Arcy Thompson explicó ambos fenómenos en base al peculiar modo de natación de los cetáceos, que los diferencia de los peces. El animal se mueve debido a la reacción que provocan las ondulaciones de su cuerpo. La onda que provocan los peces está “estabilizada” por sus aletas dorsales y ventrales y está limitada a un plano. Pero en los cetáceos, la onda tiende a hacer girar al animal y por tanto, todo su cuerpo está sometido a fuerzas que tienden a retorcerlo. El retorcimiento del diente del narval estaría provocado por fuerzas que actúan sobre la raíz del diente en crecimiento, que harían que girase muy lentamente con relación al alveolo. Las estrías espirales, que son superficiales e irregulares, se formarían por el roce con imperfecciones del alveolo. Esto explica el hecho de que, en los ejemplares en que se forman dos dientes, las dos espiras giran en el mismo sentido, y no en opuestos, como se esperaría, ya que uno proviene del lado derecho del cuerpo y otro del izquierdo.
También se explica así que el diente crezca tan recto y que las estrías espirales se continúen en la parte del diente que está incluida en el alveolo (lo que excluye la posibilidad de que hayan sido grabadas por un agente externo). El retorcimiento del cráneo de los delfines no puede explicarse como una reacción al movimiento del animal, ya que empieza a manifestarse en el embrión en desarrollo. Pero esto puede ser debido a que esta forma ha sido impresa en los genes por selección natural, ya que permite ahorrar energía al animal al adaptar su cuerpo a su peculiar modo de movimiento.
Recientemente, sin embargo, se han producido espectaculares descubrimientos que han dado un giro radical a la gran pregunta de para qué quiere el narval su largo diente. El poeta Pablo Neruda, gran apasionado del mar, hasta el punto de que en círculos naturalistas era más conocido como coleccionista de conchas que como literato, pareció adivinar su propósito. En su “Oceanografía dispersa” habla de su fascinación por los narvales y cuenta que una vez entró en una tienda de historia natural donde se ofrecían “cuernos” de narval. Sólo pudo comprar uno de narval recién nacido, “de los que salen a explorar con su espolón inocente las frías aguas árticas”.
Efectivamente, los últimos indicios parecen indicar que el narval usa su espolón para explorar. Sería un formidable órgano sensitivo, completamente diferente en su estructura a otros dientes de mamíferos (además es sorprendentemente flexible). Diez millones de conexiones nerviosas van desde el nervio central a la superficie externa, de forma que el diente se convertiría en un sensor capaz de medir la temperatura del agua, la presión, la salinidad o la presencia de ciertas sustancias, como las desprendidas por los peces de los que se alimentan.
Esta explicación, no obstante, deja algunos cabos sueltos: ¿por qué lo presentan preferentemente los machos? ¿Por qué algunas hembras presentan dos dientes? El unicornio marino, como el terrestre, se resiste a desvelar todos sus secretos.
Nota: la obra de D’Arcy Thompson trata de las leyes físicas y matemáticas que rigen sobre los seres vivos (y que se manifiestan a un nivel más elemental que las leyes genéticas). Un libro reciente con este enfoque es el de Ian Stewart ‘El segundo secreto de la vida’ (colección Drakontos, de editorial Crítica, Barcelona, 1.999).
nada mas quiero saber cuanto tiempo viven los narvales
ResponderEliminarquiero saber cuanto viven los narvales por favor si eso es lo q se pregunta x favor usen lacabeza
ResponderEliminarMuy bien explicado muchas gracias por ser tan expresivo
ResponderEliminar