Lori perezoso (Nycticebus kayan)
No solemos
asociar a los mamíferos con la idea de veneno. ¿Os imagináis cómo podrían ser
nuestras pesadillas si hubiera ratas venenosas, murciélagos con un mortífero
aguijón o elefantes capaces de lanzar un chorro de ardiente veneno por la
trompa?
Los
ornitorrincos, almiquíes y musarañas no son animales especialmente temidos por
la gente, pero lo cierto es que son venenosos. Los machos de los ornitorrincos
tienen un espolón en sus patas traseras que está hueco y conecta con una
glándula de veneno. Éste causa un dolor fortísimo en el hombre y puede matar a
un perro. Los almiquíes (insectívoros caribeños del tamaño de una rata grande) y
muchas musarañas poseen una saliva tóxica y una sola mordedura de la blarina de
cola corta (Blarina brevicauda) puede matar a casi 200
ratones.
Todos los
mamíferos venenosos pertenecen a grupos primitivos (monotremas e insectívoros),
aunque esto no quiere decir automáticamente que el veneno fuera una
característica ancestral de los primeros mamíferos o de sus antecesores
inmediatos. Algunos de estos animales, al tiempo que retienen caracteres
primitivos, presentan otros muy especializados, por lo que el veneno puede haber
sido adquirido en una etapa avanzada de su evolución.
El caso de
los monotremas es el más enigmático, porque los espolones venenosos situados
tras la rodilla sólo están presentes en los machos. En los ornitorrincos son
plenamente funcionales e incluso pueden ponerse rígidos desde unos repliegues de
piel que los cubren, pero en los equidnas no son funcionales. Si el veneno sirve
de defensa a estos animales, ¿por qué no lo poseen las
hembras?
La glándula
venenosa de los ornitorrincos varía su actividad a lo largo del año, en cuanto a
su tamaño y a la toxicidad del veneno producido (que provoca la coagulación de
la sangre). La actividad de la glándula se acentúa en el mes de junio,
inmediatamente antes de iniciarse la reproducción. Quizá el veneno tiene un
papel en las peleas por la delimitación de los territorios por los machos. O
quizá sirve para proteger a la pareja en el momento del apareamiento, en el que
es más vulnerable ante los depredadores. Aunque los depredadores actuales de los
ornitorrincos (y también de los equidnas) son escasos (y estos últimos ya
cuentan con sus espinas como defensa). Es probable que el veneno surgiera para
hacer frente a depredadores que ya se extinguieron.
Los
almiquíes (género Solenodon) son insectívoros que presentan muchos
caracteres primitivos. Quizá debido a ello, sólo han podido persistir en islas,
en las cuales frecuentemente la presión de depredación es menor que en los
continentes. Hay dos especies, una en Cuba y otra en Haití. En esta última, se
ha podido comprobar la toxicidad de su veneno, pues la saliva procedente de
ejemplares muertos fue inyectada por vía intravenosa a ratones y bastó una
pequeña cantidad para matarlos en menos de cinco minutos (y es posible que la
actividad del veneno estuviese atenuada después de la muerte del
animal).
Estos
animales poseen un largo hocico cartilaginoso con el que a veces sujetan a sus
víctimas (grandes invertebrados y pequeños vertebrados), a los que paralizan con
su mordedura. Las glándulas salivales venenosas desembocan en la base de los
grandes incisivos inferiores y parte del veneno puede penetrar bastante en la
herida. Se cuenta que a un científico le mordió un almiquí y le dejó cuatro
marcas de sus incisivos. Las heridas de los incisivos superiores curaron sin
problemas, pero las de los inferiores se inflamaron.
Muchas
musarañas de la familia soricidae poseen una saliva venenosa y al menos
en algunos casos se ha comprobado que les sirve para dominar a invertebrados
grandes. Aunque el veneno de la blarina de cola corta es muy activo, las
musarañas no son peligrosas para el hombre, a pesar de que en la mitología
popular a veces se las ha considerado más venenosas que las víboras y se ha
creído que el envenenamiento podía producirse sólo por
tocarlas.
La razón de
ello es que las musarañas no poseen estructuras capaces de inocular el veneno
profundamente en el cuerpo del animal al que muerden (están muy lejos de los
mortíferos dientes huecos de las víboras). La saliva escurre de la herida y no
llega a causar una intoxicación (debido a ello, los lagartos del género
Heloderma, los únicos venenosos, tienen la horrenda costumbre de
dedicarse a mordisquear la herida, para que el veneno penetre
bien).
No hay comentarios:
Publicar un comentario